divendres, 13 d’abril del 2012

MEZCLÉMONOS, artículo de hoy en El Periódico

La mejora de la convivencia

¡Mezclémonos!

El contacto con los inmigrantes musulmanes nos mostrará más similitudes que diferencias con ellos

Viernes, 13 de abril del 2012  


 

SAID EL KADAOUIEl mundo musulmán ya hace mucho tiempo que está haciendo su particular travesía del desierto. Hace algo más de un año, en Túnez comenzó un cambio que, a mis ojos, ya no tiene freno. La primavera árabe ha hecho emerger a la superficie lo que se cocía en el interior. Una parte de la población musulmana es muy conservadora, otra es conservadora –no puede ser de otra manera en unos países con unos índices de analfabetismo estratosféricos y unos gobiernos que han alimentado la ignorancia y el miedo de los pueblos– y una pequeña parte –pero nada despreciable y cada vez mayor porque son sociedades jóvenes, inquietas y conectadas al mundo– quiere que la religión no sea determinante en sus vidas, un espacio común laico y, sobre todo, la instauración de la democracia en sus países.
 EL PODER, en la mayoría de estos países, ha instrumentalizado la religión, el islam. No parece nada consciente de que la avaricia es uno de los pecados que más condena su religión y se dedica a acumular riqueza para sí y a sojuzgar al resto de la población. Los mismos países que controlan nuestras vidas a través del petróleo y nos quieren hacer creer que son amigos son los principales exportadores de un islam tamizado por el odio y la destrucción. Este islam duro, combativo, fanático, es el camino que algunos jóvenes eligen para dar salida a su odio, su rabia y sus celos. No soportan ser miembros de una comunidad de perdedores. Esta es la cuestión. Es muy difícil sentirse orgulloso de ser musulmán en nuestro tiempo. Ser musulmán significa ser habitante de unos países que no destacan por su cultura y su amor a la ciencia sino por su miseria y por sus gobiernos corruptos, que ponen todos los impedimentos para que la gente pueda tener una vida digna.
 Afortunadamente, allí donde hay gente, hay lucha. Los que conocemos de forma directa algunos de estos países (en mi caso, Marruecos) ya sabíamos que en el fuero interno de estas sociedades hay ansia de cambio. Estos días, el Rif, la zona de Marruecos de donde provengo, ha dejado de ver en la emigración la solución a su falta de oportunidades y de esperanza y, por fin, está reclamando a las autoridades que dejen de pisarla, que ya no soporta más la corrupción endémica ni que su idioma, el amazic, seadespreciado y que quiere un futuro. La gente del Rif ahora ya sabe que buena parte de los emigrantes que marcharon a Europa, por mucho que en verano se presenten con sus mejores galas y coches, viven en guetos y que sus hijos tienen menos oportunidades de progresar que en Marruecos.
 En Europa tenemos un problema con el islam. No queremos aceptar que es la religión y/o una de las culturas de muchos europeos. Ya decía Edward Said en 1981 que es completamente denigrante cómo se ha ido equiparando sistemáticamente el islam al fanatismo y el terrorismo. Se ha contribuido de forma activa a que muchos musulmanes no se sientan cómodos en Europa. La exclusión no explica por sí sola que un joven decida convertirse en un terrorista, pero sí que contribuye a que algunos jóvenes vean en el salafismo (y derivados) una ideología fuerte que puede darles una identidad fuerte.
 ¿Qué hacer? Mi opinión es que el mundo musulmán debe enfrentarse a sus propios monstruos y dejar de señalar a Occidente como la causa del todos sus males. Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria, Marruecos... han iniciado un camino muy esperanzador (lamentablemente, hay muchas víctimas). En Europa (y en el resto del mundo) nos hace falta una visión más compleja de la identidad de las personas. Ni la identidad ni las culturas son estáticas. Tienen una lógica histórica, admiten los cambios y las contradicciones.

 EN EL CASO de los inmigrantes musulmanes y de sus hijos y nietos es importante tener en cuenta que, como dice la teoría psicológica self dialogic de Hermans, la construcción identitaria está influenciada por relaciones frecuentemente asimétricas entre el país de acogida y el de origen, así como las experiencias de racismo, de discriminación y de othering (ver en el otro la diferencia que lo aleja de nosotros, incluso llegando a exagerarla). Hay que intentar hacer menos perniciosa esta asimetría (dando una visión más compleja de la realidad de los países de origen), luchar contra el racismo, la discriminación y la xenofobia, dejar de estigmatizar al islam y los musulmanes y favorecer el contacto entre las personas para darnos cuenta de que tenemos más similitudes que diferencias.
 En Catalunya me gustaría que personajes como el imán de Terrassa u otro imán que denigre a las mujeres, a los cristianos o a los homosexuales no sean considerados los interlocutores de una comunidad más heterodoxa de lo que se piensa, que nadie se atribuya la representación de esta comunidad, que no todos los musulmanes somos creyentes y devotos y que pasáramos del discurso de que los musulmanes no se mezclan –como dijo Jordi Pujol a Jordi Évole en el avance de la entrevista a La Sexta que publicó el Cuaderno del Domingo – a ver la otra parte de la realidad: la mezcla está aquí. Y lo dice alguien que sabe de lo que habla.

  Psicólogo y escritor
   Link artículo en El Periódico

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